“La forma de un paraguas cerrado: enrollado y compacto, siempre engorroso y pasivo. Indiferente. Cuando llueve, se despliega en una tensión radial, convirtiéndose en un refugio frente a un hecho. Pero eso se siente demasiado fácil. Lo menos obvio: no un refugio para el cuando, sino la forma latente del si. Forjar esa forma, encontrar su forma concreta, es lo que me impulsa a hacer arte.” - Gabriel Kuri
your cost-benefit calculations, la primera exposición individual de Gabriel Kuri en kurimanzutto, Nueva York, presenta un nuevo conjunto de obras que explora cómo la probabilidad puede materializarse. El título alude a la relación costo-beneficio, un cálculo que orienta innumerables decisiones cotidianas—guiadas tanto por el instinto como por la razón—y las sutiles evaluaciones en donde riesgo, azar y predicción se vuelven elementos que contribuyen a imaginar futuros posibles. A través de formas de acero plegado, textiles, rocas volcánicas, postes de madera tallada y artículos de consumo, Kuri se pregunta cómo estas operaciones abstractas podrían manifestarse de manera concreta y cómo los materiales pueden expresar el lenguaje de las posibilidades.
La exposición está organizada mediante un sistema cromático que remite a las tablas de evaluación de riesgos, donde los colores fríos, como los verdes y azules, sugieren bajo riesgo, mientras que los naranjas y rojos señalan un aumento de peligro: convenciones ampliamente utilizadas pero, en última instancia, arbitrarias. Este gradiente ayuda a articular la disposición de las obras en la galería y ofrece claves asociativas en lugar de datos cuantificables, orientando la percepción sin establecer una única forma de interpretar las piezas.
Tres esculturas de metal anclan la muestra. Cada una está compuesta por un plano de acero pintado en un tono frío, doblado y apoyado sobre roca volcánica o sobre fuegos artificiales. Estas combinaciones improbables establecen un diálogo entre la geometría, el tiempo geológico y el potencial latente en cada material—de erupción, combustión, y celebración. Como señala Kuri, “todos los materiales, por muy neutrales que parezcan… están marcados y codificados socialmente”. Cada uno carga con diferentes energías y asociaciones culturales que el artista vuelve legibles en su trabajo. Las esculturas también pueden leerse como cuerpos: equilibradas sobre lo que podrían ser narices o codos, en una estabilidad precaria que deja su desenlace abierto.
Alrededor de estas piezas aparecen formas reconocibles, ampliadas o despojadas de su función habitual. Cerillos de doble cabeza, quemados en su punto medio, mantienen la lógica cromática de la exposición: un extremo se inscribe en la paleta fría mientras el otro avanza hacia tonos más cálidos y longitudes variables, dejando el descubierto los frágiles marcos con los que intentamos medir el futuro. En las paredes también se encuentran formas circulares apiladas de tres en tres, combinadas con huevos y caracolas, situando lo orgánico y lo fabricado en un mismo plano. Estas obras podrían estar en el suelo, obedeciendo a la gravedad, pero aquí están instaladas en el muro, proyectándose hacia el espectador. En este cambio de orientación, los huevos parecen desafiar su propio peso y las caracolas se levantan hacia el oído. Más que simples objetos, también comienzan a leerse como diagramas; sus yuxtaposiciones evocan el placer surrealista por los encuentros improbables y las asociaciones inesperadas que estas generan.
A lo largo de una pared descansan postes de madera tallada que sugieren unos instrumentos de medición elusivos. Sus superficies están grabadas con signos —guiones, círculos, comas, letras— que funcionan como unidades. Con un acabado mate cremoso que recuerda al de los palillos chinos, estas piezas transmiten información a través de su forma incluso cuando no remiten a ninguna métrica establecida. Su ambigüedad invita a preguntarse qué define realmente a un material: su historia, su función prevista o su uso potencial.
Suspendidas y dobladas en distintos ángulos, las obras textiles de Kuri evocan la geometría flexible de los paraguas. Estas telas octagonales parecen formas truncadas: refugios parciales o cubiertas oblicuas que pueden encarnar la posibilidad de precipitación. Aunada al potencial de erupción o combustión presente en otras piezas, la muestra reúne fenómenos que pueden medirse pero nunca predecirse del todo. Instaladas a un lado, otras esculturas retoman estas formas radiales, insinuando gráficos tridimensionales que se resisten a la legibilidad.
La exposición sugiere que la vida transcurre entre transacciones constantes, apuestas y negociaciones: nuestros propios e incesantes cálculos de costo-beneficio. Aquí, la probabilidad no se expresa como porcentaje sino como potencial escultórico, y la forma se convierte en el espacio donde el azar adquiere cuerpo.