La colaboración entre Bárbara Sánchez-Kane y Sofía Alazraki (Buenos Aires, Argentina) comenzó como un intercambio epistolar entre dos amigas. Eran cartas de amor en formatos extraños, retazos de telas y objetos. Era como lanzarse un dardo de un lado al otro del mundo. Ese juego, que tenía mucho de intuitivo y divertido, fue evolucionando poco a poco hasta encontrar un punto en común entre las dos prácticas que, aunque distintas, comparten un territorio común: el mecanismo de la moda.
Por un lado, les interesa indagar sobre la manera en que circulan los objetos de la moda y qué es lo que realmente genera el deseo por ellos. Por el otro, están fascinadas por ese atributo democrático, esa manera de sacar a la calle el arte que hay en una confección, como dos espías infiltrados en la ciudad.
Los objetos que vemos en esta serie de fotos son Cyborgs eróticos con orígenes diversos. Unos, fueron comprados en los mercados callejeros de la ciudad de México, que ellas recorrieron con el espíritu de dos chicas que se erotizan en una ferretería. Otros, vienen de un archivo personal de cosas cuya utilidad era incierta; objetos abandonados de proyectos anteriores, objetos inconclusos que iban a hacer algo y al final no fueron. Otros más tuvieron su origen en una compra impulsiva en páginas en línea de procedencia dudosa. Muchos de los objetos llegaron al estudio como apuestas que podían decepcionar o, en el mejor de los casos, superar las expectativas.
Las imágenes que surgen de esta colaboración funcionan como cadáveres exquisitos: esculturas fotográficas ensambladas con fragmentos que no siguen una lógica narrativa lineal. A veces parecen pequeños frankensteins, hechas con partes prestadas para animar un animal extraño; otras, tienen el sentido del humor del collage, de la explosión de risa que provoca la yuxtaposición de dos cosas que se contradicen. Como están hechas con objetos usados, también despiertan la pregunta de qué pasado habrán tenido, y qué futuro les deparará.
Texto por Guillermo Osorno