"La pintura de caballete ha muerto", declaró Marta Minujín en 1966. "Hoy el hombre ya no puede contentarse con un cuadro estático colgado en una pared. La vida es demasiado dinámica". Este pronunciamiento sobre la desaparición de la pintura centra una dialéctica de "muerte contra vida" que impulsó las experimentaciones artísticas de Minujín a lo largo de la tumultuosa década de 1960. Su búsqueda de un arte radicalmente dinámico y temporal que pudiera, en sus propias palabras, "registrar los cambios que se producen minuto a minuto" convirtió a Minujín en una pionera de los happenings, los performances, los entornos participativos y el arte de los medios de comunicación de masas en su país natal, Argentina, así como en Francia y Estados Unidos.
Esta trayectoria pionera se inició con dos obras creadas antes de 1965: Las esculturas blandas de Minujín, conocidas como Los eróticos en Technicolor, y sus pinturas y ensamblajes informalistas. Juntos, estos capítulos de su obra forman una díada conceptual tensamente entrelazada, gobernada por fuerzas opuestas, Eros y Tánatos, respectivamente. Su punto en común —lo que evocan como lugar de registro de los cambios— es el cuerpo. Ambas series generaron obras de arte radicalmente antropomórficas a la vez que implicaban el cuerpo de la artista, del espectador y también el cuerpo político.
Por primera vez desde 1963, cuando los ensamblajes informalistas de Minujín compartieron su estudio parisino con Los eróticos, estas dos series se han reunido en exclusiva, permitiendo que se despliegue un diálogo sobre las vulnerabilidades y las alegrías de la condición encarnada. Hablan de crisis que van mucho más allá de la supuesta caducidad de la pintura -la falta de vivienda, las enfermedades crónicas, la democracia en crisis y la revolución sexual, entre otras- y que, aunque propias de los años sesenta, resuenan en las circunstancias actuales. Sin embargo, en virtud de su naturaleza ambivalente, las primeras obras de Minujin también sugieren las posibilidades de comunidad, curación y desafío jubiloso ante tales trastornos y predicamentos.
Texto de Michaela Mohrmann