Era necesario desde nuestra pobreza colonial, encontrar un lugar en la Historia Mundial, descubrir nuestro ser oculto, reconstruir la historia de otra manera para “encontrarnos un espacio propio”. —Enrique Dussel
La palabra nos ha sido dada como parábola, no para alejarnos de las cosas, sino para tenerlas cerca, aún más cerca, como cuando reconocemos en un rostro a alguien conocido, como cuando nos roza una mano. —Giorgio Agambe
kurimanzutto presenta el último capítulo de la serie de exposiciones El hombre que debería estar muerto del artista mexicano Daniel Guzmán. Tras la iteración más reciente del proyecto en la Ciudad de México en junio de 2023, Apuntes de la casa muerta, el fuego y el relato continúa la exploración sobre el dibujo que el artista inició en 2017. Para esta presentación, Guzmán amplía una selección de sus obras en papel, transformándolas en estructuras tridimensionales que incorporan referencias visuales adicionales de su práctica artística.
La crítica musical, la ciencia ficción, la literatura narrativa, los ensayos y la poesía son solo algunas de las influencias que dan forma a las obras de Guzmán en esta serie. A lo largo de cada capítulo, El hombre que debería estar muerto despliega un universo narrativo lleno de lugares, dioses, personajes, referencias e inspiraciones. Referencias pictóricas, como las representaciones de Nixon por Philip Guston como un escroto vociferante y repulsivo, son reimaginadas por Guzmán como la forma de una casa parcialmente arruinada con testículos colgantes, participando en diversas acciones a lo largo de la serie. Guzmán también se inspira en los oscuros escenarios de George Grosz y Max Beckmann, incorporando entornos negros, paisajes fragmentados y colores contrastantes que han sido constantes en sus composiciones durante más de una década.
El artista ha desarrollado un glosario de referencias y marcadores visuales que desafían la representación contemporánea de la mexicanidad. Desde motivos reconocibles que se asemejan a glifos y representaciones de deidades en códices prehispánicos, como la diosa mutilada Coyolxauhqui y el pedernal sacrificial azteca con ojos y dientes que interactúan en muchas obras, hasta la omnipresente influencia de muralistas como José Clemente Orozco, cuyos personajes monumentales encarnan al padre siniestro (a veces fusionando a Hernán Cortés con Darth Vader).
En cada capítulo de El hombre que debería estar muerto, Daniel Guzmán entrelaza nuevas referencias visuales y literarias. Para la próxima presentación en Nueva York, la figura del místico y misterioso artista mexicano Dr. Atl y su admiración por las explosiones volcánicas del volcán Paricutín, junto con su creación del idílico paisaje mexicano en la primera mitad del siglo XX, ocupan un lugar destacado en la narrativa visual más reciente de Guzmán. Materialmente, las obras pueden ser engañosas; lo que parece ser una pintura es, de hecho, una obra en papel, situada entre un dibujo y una pintura acrílica, montada sobre madera. Enfatizando la importancia del dibujo, el artista lo lleva a un plano tridimensional con gestos sutiles, como elevar el papel unos centímetros de la pared con el marco y tratar las estructuras de las piezas más grandes para crear una sensación de circulación escultórica.
Nacer es un misterio, el lugar donde nacemos nos impone una historia y un lenguaje, un origen, empezamos a caminar en la vida tratando de armar el relato, la historia de ese origen, la
casa muerta y el fuego del misterio que nos dio la vida.
Los nuevos dibujos son un apunte, un intento de contar una experiencia personal del mundo que habitamos entre las ruinas de los mitos creadores; la casa muerta, y el fuego metafísico; el lenguaje, que arrasa con todo lo que una vez conocimos.
Una especie de precuela, a la manera de los films de ciencia ficción clásicos, como Alien y Star Wars. Vamos ahora en la búsqueda de la historia de ese hombre que debería estar muerto.
—Daniel Guzmán, Guadalajara, noviembre de 2023.