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Gabriel Kuri presenta un ejercicio escultórico donde una serie de objetos dispuestos a lo largo del muro ocupan toda la longitud del espacio en posiciones precisas, creando un ritmo sobre una alfombra naranja. Entre ellos hay objetos encontrados, fabricados, ensamblados, unos aislados y otros en la inmediata presencia de variables de su tipo. Estos han sido alterados en diferente medida y dejan ver mayor o menor grado de especificidad y mediación, unos más crudos y sintéticos, otros más definidos en su función o marca.
 
Cada objeto tiene en su base una banda de color naranja, semejante a la alfombra sobre la que se encuentran, con lo que se crea cierto grado de homogeneidad al empatarlos y volverlos a todos valores de una sola ecuación. Este ejercicio de mímesis además pareciera querer volverlos cifras de valor casi despreciables y al borde de la insignificancia dentro de una gráfica estadística, más cercanos al desecho que a la optimización en cuanto a su semántica.
 
Al aludir a la idea del encubrimiento, este ejercicio investiga si al momento de ocultar algo, acaso no se devela otra cosa igualmente significativa. Todo objeto es un indicador de experiencia, potencialmente un valor o numerosas valencias, y por tanto comparable con otros de su tipo. Gabriel Kuri ha empleado con anterioridad este tipo de estrategia, en la que alinea los objetos de tal modo que suscita su comparación y desciframiento. 
 
Por otro lado, ubicado en puntos clave de los accesos al espacio, de acuerdo a los posibles modos de circulación entre los diversos segmentos de la galería, encontramos tableros de fieltro con ranuras, de aquellos usados para escribir mensajes desmontables. En vez de palabras o cifras, estos también presentan  pequeños referentes al consumo o al desperdicio: colillas de cigarros consumidos o monedas de baja denominación, de valor igualmente casi despreciable… pequeñas unidades de afirmación que regresan del borde del desecho y se recargan de significado.