Todo comenzó con un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, casi un sueño: “Me pareció que mientras yo estaba en la cuna, un milano (halcón) descendió sobre de mí, me abrió la boca con su cola y me picoteó varias veces entre los labios.” Esa imagen cargada de placer y dolor, evocada por Sigmund Freud en el Psicoanálisis del arte, desprende un sentimiento atemporal en Serguéi Eisenstein (1898-1948). A partir de la figura-tótem del Renacimiento, esa imagen onírica tuvo un impacto trascendental en su imaginación poética. El letón persiguió en la teoría freudiana el significado de aquella ensoñación, un impulso que la trama psicoanalítica, como tantas cosas, nunca alcanzó a descifrar, pero que en su mente trazó uno de los umbrales misteriosos de la sexualidad.