La pasión por la destrucción es también una pasión creativa
Mikhail Bakunin
Esta exhibición describe en primer lugar un proceso meramente físico, que aún en su carácter de posibilidad puede generar implicaciones discursivas acerca de la práctica museológica, histórica, antropológica y artística.
La función que se ha dado a los museos a lo largo de la historia es la de preservar las proezas culturales de los pueblos. Pero esta intención siempre ha servido de coartada a hechos tangibles de rapiña arqueológica. En la mayoría de los casos se trata de un recurso de dominación. La institución museística sigue siendo hoy un lugar incómodo a menos que uno escoja erradicar una serie de eventos inconvenientes para la memoria y el espíritu de la cultura oficial.
El proyecto hace eco de dos tradiciones, una que comienza con la célebre propuesta de Bakunin, cuyo matiz explosivo antecede innumerables movimientos de vanguardia, incluyendo a futuristas, dadaístas, fluxus, destructivistas, punks, etc. Por otra parte la muestra se añade a la larga serie de atentados simbólicos contra los museos que dan colorido al ejercicio de la crítica institucional.
Si uno de los propósitos del Museo Nacional de Antropología desde su fundación ha sido la revaloración de los pueblos originarios de México, hoy vemos que su enfoque ha sido insuficiente y es en cierta medida obsoleto.
Su esplendor arquitectónico a la vez exalta y disfraza la desesperada situación de muchas etnias distintas que a pesar de grandes esfuerzos sobreviven los embates de los procesos geopolíticos. La majestuosidad de la institución contrasta con la precariedad y el descuido de las prácticas culturales que el Estado dice defender.