Durante los últimos cuatro años Abraham Cruzvillegas ha trabajado en un proyecto titulado Autoconstrucción manifestado de distintas formas como Autoconstrucción: el libro, Autoconstrucción: la película y Autoconstrucción: el disco. Además, ha realizado una serie de esculturas a las cuales también llamó Autoconstrucción, un proyecto escénico bajo el mismo nombre el cual fue presentado en el espacio de kurimanzutto en 2010.
El año pasado, tras haber terminado su residencia en DAAD (Deutscher Akademischer Austausch Dienst) Berlín, con el proyecto “Self Builders’ Groove” expuso “Autoconstrucción: the Optimistic Failure of a Simultaneous Promise” en el Modern Art Oxford. Ahora regresa a México para presentar “Nuestra imagen actual: autorretratos recientes” en kurimanzutto.
La exposición consta de una selección de dibujos de tres por cuatro metros, utilizando una escoba como pincel sobre papel kraft previamente pintado de blanco con esmalte acrílico a base de agua. Los dibujos retratan distintos primates: orangutanes, chimpancés, papiones, macacos, bonobos, babuinos, gorilas, mandriles, gibones, lémures, langures, colobos y cercopitecos.
En relación a este nuevo proyecto, el artista afirma:
“En 1844, después de ser exiliado a la isla de Jejudo, el calígrafo y pintor coreano Kim Jeonghui, escribió́ una carta a su amigo e intérprete Yi Sangyeok para agradecerle por todos los libros que este le había enviado desde Pekín. La carta, aparte de algunos breves trazos que aspiran a ser ideogramas, es el dibujo de una casa durante el invierno, con dos pinos resecos que representan la fortaleza ante la adversidad. El dibujo, realizado sin ningún afán de virtuosismo, es una declaración de principios, un legado filosófico y político, una revolución en la escritura, en la caligrafía y en el dibujo; también es no olvidemos, una afirmación de amor, amistad y solidaridad.
Hace algunos meses mientras resistía el invierno berlinés, recuperé una práctica de años atrás: el dibujo de primates sobre papel kraft pintado de blanco con pintura para paredes. Antes los dibujaba con bolígrafos, con mucho detalle y paciencia, después hice monotipos, ahora los hago rápidos y elementales, casi danzando sobre enormes papeles pintados de blanco, siempre con los gestos sencillos y sin corregir. Cuando regresé a México continué esta serie en grandes formatos que toman tiempo en prepararse, imprimiendo los papeles capa a capa con la pintura vinílica y luego dibujando con una escoba.
Alguna vez leí que los gorilas son genéticamente más cercanos a los humanos que las cebras a los caballos, por eso los comencé a retratar. Luego, mientras lo hacía, casi como una terapia o práctica ineficiente y meditativa empecé a descubrir similitudes impresionantes entre cinocéfalos, orangutanes, cercopitecos, bonobos, catarrinos y mis padres, hermanos, tías, abuelas y primos. Mi tía Amalia era casi idéntica a un macaco rhesus y Rogelio, mi papá, era sin duda lo más cercano a un babuino. Yo a veces sueño que soy un gorila de lomo plateado.
A los militares de los regímenes dictatoriales y golpistas se les llamaba coloquialmente gorilas, lo cual es -obviamente- una gran injusticia para los animales. En 1966, en una de las primeras planas de El Diario de México, por un supuesto error de imprenta, se intercambiaron los pies de fotos de un par de orangutanes recién obsequiados al zoológico de Chapultepec y el de una convención de gasolineros presidida por la efigie del infame presidente Gustavo Díaz Ordaz (a quien la gente, ya de por sí, apodaba El Chango). El periódico fue cerrado por el gobierno y El Chango siguió siendo (como todo mundo sabe) un represor.
En México, a los caricaturistas se les llama moneros, porque hacen ‘monitos’. Hace más o menos cien años, una fonda del centro de la ciudad cambió su nombre por ‘Los Monotes’, después de que el entonces joven artista José Clemente Orozco, exhibiera en sus paredes dibujos recortados sobre cartón, los cuales eran propiamente caricaturas de gran formato; monotes, pues. Para ese entonces, Orozco apenas había realizado su primera exposición formal, compuesta principalmente de caricaturas amargas de la revolución que conmovió al país y que duró casi una década, aunque hay quienes piensan que no ha terminado. Además de representar la destrucción cruel que implica una guerra, Orozco incluyó también dibujos de prostitutas y personajes de la urbe similares a los dibujos de ‘Los Monotes’.
Hace algunas semanas volví a Corea, donde recuperé no sólo mi amor por la caligrafía y el dibujo sino también el orgullo por mi pulgar oponible y mi humildad ante la naturaleza bestial y destructiva que nos conmueve desde adentro. Y aunque seguimos viviendo en un régimen de represión y de guerra, además de la que se supone que libra el gobierno contra los narcotraficantes y los descontrolados sicarios, una guerra de miedo y de acorralamiento de la sociedad civil, quisiera recuperar para mí el orgullo de ser un animal, una bestia o un mono”.