
El 1 de mayo de 2025, el artista mexicano Miguel Calderón inauguró Neuróticos Anónimos, su primera exposición en kurimanzutto, Nueva York. Con motivo de esta muestra, presentamos una nueva edición de Desde el archivo que reúne algunos de los proyectos que han dado forma a la trayectoria artística de Calderón a lo largo de las últimas tres décadas. Esta selección da cuenta de la aguda capacidad del artista para observar los matices de la vida cotidiana a través de obras llenas de ironía, crítica social y experiencias personales que a menudo desdibujan la línea entre la realidad y la ficción.
Huevo negro 1, 2024
Como parte de Neuróticos Anónimos, una fotografía a color muestra un grupo de huevos blancos acomodados en una rendija roja. Uno de los huevos destaca del resto por su tamaño y color negro, interrumpiendo la homogeneidad de la escena. Calderón capturó esta imagen durante un rodaje en un santuario de aves, cuando se sintió atraído por ese profundo contraste, que parecía evocar la expresión de “la oveja negra de la familia.” Estas sutiles disonancias siempre han sido un distintivo en la obra del artista, quien desde muy temprana edad comenzó a documentar su entorno, en busca de esas situaciones o escenas descolocadas que rara vez nos detenemos a observar.
Huevo negro 1, 2024 (Detalle)
Triple Exposure
Triple Exposure, 1987–1991
Calderón tuvo un primer acercamiento a la fotografía a través del esposo de su madre, un fotógrafo que le enseñó los fundamentos técnicos que después lo llevarían a encontrar inspiración en la obra de artistas como Tina Modotti y Nacho López. En años recientes, revisitó este archivo de negativos de los que surgió Triple Exposure (1987–1991). Entre las más de cien imágenes en blanco y negro que componen esta serie, encontramos rastros de un Calderón de entre 16 y 19 años que hizo de la fotografía uno de sus primeros medios para explorar el mundo que le rodeaba y configurar su lugar en él.
Triple Exposure, 1987–1991
Estas imágenes capturan conversaciones en bares y restaurantes, figuras solitarias que pasean por lugares tranquilos y bosques, e interacciones sutiles que revelan el deseo de un joven artista con la determinación de registrar tanto escenas cotidianas como momentos cargados de intimidad. En palabras del artista: "Creo que estas imágenes contienen momentos rescatables, y al mismo tiempo son una forma de ver a mi otro yo: el Miguel del presente mirando al adolescente entusiasta que quería documentarlo todo, sumergirse en cualquier situación que le llamara la atención, con una sed obsesiva por la vida".[1]
Estas fotografías tempranas reflejan un impulso fundamental en su práctica: retratar espacios de interacción social no solo como testimonio, sino como una forma de preservar momentos efímeros y enmarcarlos por medio de una mirada profundamente personal. La serie también anticipaba las inquietudes conceptuales y visuales que seguirían alimentando su obra. Oscilando entre lo aparentemente casual y lo sutilmente escenificado, entre lo cotidiano y lo inquietante, estas imágenes prefiguran ideas que Calderón desarrollaría más adelante con mayor complejidad, trazando un recorrido que va de la curiosidad juvenil a una práctica madura y autorreflexiva.
Ridiculum Vitae at La Panadería
La Panadería, Col. Condesa, Ciudad de México
Esa sed por retratar el mundo a su alrededor llevó a Calderón a estudiar Artes Plásticas en el San Francisco Art Institute, una de las instituciones de arte más antiguas en Estados Unidos (ahora cerrada permanentemente). A su regreso a la Ciudad de México en 1994, se involucró en un proyecto que sentaría bases importantes en su visión del arte: La Panadería (1994–2002). Cofundada por Calderón, La Panadería —nombrada así por ocupar el local de una vieja panadería en la colonia Condesa— fue concebida como un espacio independiente y de experimentación que cobijó a proyectos artísticos que escapaban a los marcos convencionales de las instituciones culturales del momento.
La iniciativa reflejaba un deseo más amplio entre los artistas jóvenes de finales de los años ochenta y noventa: trabajar al margen de las narrativas institucionales y conservadoras, y explorar formas de producción cultural más autogestivas y colaborativas. A lo largo de casi una década de actividad, La Panadería se consolidó como un punto de encuentro para una generación emergente de artistas, entre ellos Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Sofía Táboas y Daniel Guzmán.
Ridiculum Vitae, La Panadería, Ciudad de México, 1998
Ridiculum Vitae, La Panadería, Ciudad de México, 1998
Entre las múltiples propuestas que circulaban por La Panadería, el humor fue utilizado como una herramienta para apuntar, criticar y transgredir la solemnidad asociada con el arte tradicional. En enero de 1998, Calderón presentó Ridiculum Vitae, una alfombra de 900 x 470 cm que reproducía su currículum vitae. Durante la exposición, una persona vestida con el uniforme estereotipado de una trabajadora doméstica limpiaba meticulosamente la alfombra, mientras los visitantes caminaban sobre ella. El gesto irónico era contundente: por más impecable que se vea un CV, no siempre refleja la profundidad y sustancia de la obra de un artista.
En La Panadería, las obras hablaban por sí mismas y esa experiencia afianzó el compromiso de Calderón con una práctica que desarma, incómoda y, al mismo tiempo, se ríe de sí misma.
El empleado del mes
El empleado del mes (1998)
Ese mismo año, Calderón fue invitado a participar en una exposición colectiva en el Museo Nacional de Arte (MUNAL) de la Ciudad de México. Mientras desarrollaba su propuesta, el artista notó que en el museo había varias salas de exposición cerradas al público, lo cual lo llevó a invitar a los empleados de limpieza y mantenimiento del lugar a imitar de memoria algunas de esas pinturas que ellos solían ver a diario, pero que a las que el público no tenía acceso. La serie final, El empleado del mes (1998), reimagina los personajes y escenas religiosas de pinturas mexicanas del siglo XIX a través de las representaciones de los trabajadores –un gesto sutilmente paródico que desmantela el halo solemne de las obras originales.
El empleado del mes (1998)
El título parodia el programa “La pieza del mes” del MUNAL, desviando la atención de las obras célebres hacia las personas —a menudo invisibilizadas— que mantienen en funcionamiento las instituciones culturales. Los trabajadores interrumpieron sus tareas para parodiar la colección del museo a partir de sus recuerdos, cuestionando quién tiene el derecho y la autoridad para interpretar el patrimonio cultural.
El MUNAL, incómodo ante el humor y el enfoque de la obra, consideró retirar la serie de la exposición. Tras largas negociaciones, las fotografías fueron finalmente incluidas en la muestra.
Chapultepec & El triángulo perfecto
Chapultepec, 2003
Calderón pasa de las dinámicas disruptivas del espacio laboral a las tardes de ocio en Chapultepec (2003). Durante diez fines de semana consecutivos, visitó el Bosque de Chapultepec en la Ciudad de México e invitó a grupos de personas que disfrutaban de un picnic a posar como si fueran víctimas de una catástrofe no identificada. Las imágenes muestran una tarde bucólica convertida en tragedia, una realidad distorsionada que, carente de una explicación directa, interpela a los espectadores a través de la extrañeza. Como explica Calderón, la obra trata “sobre [la idea de] algo que podría ser pero no lo es, pero que una vez que lo haces, se convierte en realidad. Por supuesto, hay mucho humor en esta obra, aunque también habla de la fragilidad en la que todos podemos derrumbarnos en cualquier momento.” [2]
El triángulo perfecto, 2010
Su interés por subvertir escenas familiares para revelar la inestabilidad de lo cotidiano continúa en El triángulo perfecto (2010), donde va de la catástrofe escenificada a los absurdos de la vida diaria. Para esta serie, el artista asistió a los ensayos de un grupo de policías que realizan acrobacias motorizadas, una tradición arraigada en México desde principios del siglo XX y popularizada a través de los desfiles militares, actos públicos y la emblemática película ¡A toda máquina! (1951).
Calderón enfocó su lente no en las acrobacias logradas, sino en los intentos fallidos, mostrando la incongruencia entre la imagen del policía uniformado –figura simbólica del orden– y la exposición al ridículo, reiterada con cada caída. El triángulo perfecto despliega una crítica mordaz del poder y las instituciones, sostenida por la ironía y el ingenio.
El triángulo perfecto, 2010
Camaleón
Vista de instalación de Camaleón, como parte de Caída libre, kurimanzutto, Ciudad de México, 2017
La aguda mirada de Calderón se siente atraída no sólo por los momentos llenos de humor entre grupos en espacios públicos, sino también por la intimidad de la vida privada, ya sea humana o animal. Las aves, en particular, aparecen con frecuencia en su obra, un motivo que se remonta a una experiencia adolescente, cuando intercambió su bicicleta con un veterinario por un halcón llamado Zeus. Cuidar de Zeus dejó una importante huella en Calderón y despertó su fascinación por la cetrería –el antiguo arte de entrenar aves rapaces, que ha influido en varias de sus obras, entre ellas Camaleón (2017).
Camaleón es una videoinstalación que presenta perchas y objetos utilizados por cetreros para transportar a sus aves. El video sigue durante veinticuatro horas a un cetrero poco convencional: cadenero de un club nocturno, Camaleón dedica sus días a cazar con su halcón y comparte su vida con el ave, un lobo y un chihuahua, en un entorno doméstico insólito pero no por ello menos íntimo.
Still de Camaleón (2017)
El video comienza con un plano general de un halcón en vuelo, seguido por una frase provocadora que revela la compleja relación del protagonista con el ave: “A mi pájara si fuera una mujer, le haría el amor con tacto. Sería con cariño, con caricias, no puerco”. El cetrero, que sufre ataques epilépticos, encuentra en el halcón una presencia estabilizadora, algo que lo serena y lo ancla. A través de entrevistas y momentos de introspección silenciosa, el video se convierte en una confesión visual, ofreciendo una mirada íntima a la obsesiva práctica de la cetrería, donde se teje un lenguaje tácito entre humano y ave. El lente de Calderón captura este vínculo no solo como el retrato de un sujeto, sino también como reflejo de su propia fascinación por las aves.
El placer después
Still de El placer después, 2019
Mientras caminaba por la Ciudad de México en 2017, Calderón notó que salía humo de la Fuente de Cibeles, en la colonia Roma. Al acercarse, descubrió que el personal de mantenimiento de la fuente operaba una parrilla improvisada. Además de cuidar de la estructura, usaban el espacio debajo de ella para descansar, convivir e incluso dormir. Uno de estos trabajadores se convertiría más tarde en el protagonista de El placer después (2019).
A través de una serie de entrevistas, el hombre le compartió detalles de su vida cotidiana y de su historia personal —algunos directamente relacionados con el terremoto de 2017 que vivió la Ciudad de México— que sirvieron de base para el guión del video. La obra destaca la capacidad de Calderón para descubrir historias íntimas y encontrar profundidad narrativa en realidades olvidadas o que parten de la vida diaria. Al mismo tiempo, El placer después subraya la frontera permeable en su práctica entre el documental y la ficción: aunque no siempre sabemos si lo que vemos es completamente real, el tono y la cercanía de sus obras nos invitan a creerlo.
Cocteleros
Retrato de Luis, 2025
Calderón juega a menudo con la ambigüedad entre el artificio y la autenticidad, transformando lo cotidiano en un relato. En su película más reciente, Cocteleros (2024) —actualmente proyectada en su exposición Neuróticos Anónimos en kurimanzutto, Nueva York— el artista mezcla realismo y sátira para retratar a un grupo de “cocteleros”, ex periodistas e impostores culturales que utilizan credenciales falsas o vencidas para colarse en inauguraciones de alto perfil, donde buscan comida y bebida gratuita. A través de entrevistas, material documental y situaciones escenificadas, Calderón revela sus tácticas, códigos y encuentros más absurdos -vidas tan inverosímiles que parecen ficción.
Al igual que con el personal de mantenimiento en El empleado del mes y El placer después, o con el cetrero en Camaleón, Cocteleros Calderón se enfoca en figuras socialmente marginadas. El humor funciona como un punto de entrada, llevándonos a conocer sus tácticas mientras narra las historias de cada uno. Lo que en un principio parece cómico, en realidad parte de desigualdades estructurales. La película se convierte así en una crítica de aquello que la sociedad tiende a descartar o ignorar, subrayando los marcados contrastes entre acceso, exclusión y visibilidad.
Trojan Swan, 2024
En diálogo con el filme, Calderón creó Trojan Swan (2024), una escultura formada por dos cisnes ornamentales rellenos de aperitivos falsos que emulan los que se sirven en eventos sociales. De cierta forma, Trojan Swan evoca una de sus primeras obras, Ridiculum Vitae (1998): así como un currículum pulido no garantiza la sustancia artística de la obra, los cisnes —y, por extensión, el esplendor de un evento— dicen poco sobre la calidad o el sentido del arte que allí se exhibe. La obra de Calderón sigue escudriñando las superficies, cuestionando los protocolos sociales, las fachadas estéticas y los excesos performativos que a menudo encubren contradicciones más profundas.
–––––––––––
[1] María Minera, “Miguel Calderón Journeys into the Soul of Mexico,” Aperture, 24 de marzo, 2023. https://aperture.org/editorial/miguel-calderon-journeys-into-the-soul-of-mexico/
[2] Ibid.