Todo lo que crea Prieto es ampliamente identificable como escultura, en el sentido más clásico de eliminar la materia extraña para llegar al núcleo de la forma, en una operación matemática de resta y síntesis. Su enfoque esencial hace que todo sea inmediatamente identificable; sus intervenciones son tan sutiles que apenas se puede discernir la mano del artista, sus manipulaciones tan mínimas que las obras de arte son visualmente casi idénticas a los objetos que las componen.
Sin embargo, el trabajo de Prieto nunca es autónomo ni autorreferencial. Si los objetos son herramientas para la comunicación, entonces sus títulos son herramientas para activar esa comunicación. Más allá de simplemente identificar las obras, son una parte instrumental de ellas, haciéndolas tan provocativas y significativas como precarias y humildes. Estos títulos son catalizadores para la modificación de la mirada del espectador, cargando objetos livianos con significado pesado. Prieto trabaja con elementos comunes - “comunes” en el sentido de ser fácilmente encontrados y compartidos públicamente - que desencadenan significados asociativos, tanto íntimos como colectivos.
Si los objetos individuales, sin los componentes contextualizadores de sus títulos y su ubicación dentro del espacio legitimador del museo, parecen insuficientes como obras de arte autónomas, es porque su estatus se basa en su existencia dentro de una red de relaciones, entre sí, entre adentro y afuera, entre el museo y el barrio al que llegan.