El tailandés Rirkrit Tiravanija y la oaxaqueña Gregoria Cruz Peralta se comunican a través del barro. El artista no sabe español y la alfarera no habla inglés, pero durante dos años han estado trabajando juntos. Doña Goya le ha enseñado a modelar el barro como a ella le enseñó su madre y a su madre su abuela. “Es muy bonito, es muy precioso”, dice Peralta. Detrás suyo se levanta una casa pequeña de madera y tejas negras construida en la sala central de la galería Kurimanzutto de Ciudad de México. En el interior, una mesa alargada, cuencos de barro, mezcal y pulque; olor a madera y alcohol. Tiravanija, en la penumbra, sirve bebida a los visitantes. El encuentro es la obra de arte.
La galería, un espacio luminoso y despojado, se comprime en el interior de “la casita”, como la llama el artista. El techo es bajo y el espacio está iluminado por los cirios colocados sobre la mesa. Hace calor. Tiravanija recreó a escala, en ese punto de una colonia tradicional de Ciudad de México, una casa que conoció arriba, en la montaña, en Oaxaca. Cuando le enseñaron aquella construcción deteriorada de piedra, buscó una “coartada” que le permitiera restaurarla. Se puso entonces a cocer tejas negras. Unas quedaron en la sierra y otras bajaron hasta la capital. Este sábado, en la inauguración de la obra, titulada Mezcal vs. Pulque, el artista pasó más de dos horas en un extremo de la vivienda sirviendo mezcal de un vasija; en el otro extremo estaba Kythzia Barrera, coordinadora de la Cooperativa 1050º, integrada por alfareros de Oaxaca, Puebla y Chiapas, ofreciendo pulque.