Después de una niñez marcada por la guerra y el exilio, Petrit Halilaj se ha convertido en uno de los grandes talentos de su generación.
por Jason Farago
Cuando el artista kosovar Petrit Halilaj recibió una invitación para su mayor proyecto en Estados Unidos, supo a dónde ir: de regreso a la escuela.
Para Abetare, su sobria, inteligente y absolutamente deliciosa instalación escultórica en el tejado del Metropolitan Museum of Art, Halilaj, de 38 años, viajó a escuelas primarias del sudeste de Europa, documentando los garabatos que generaciones de alumnos dejaron en sus pupitres y paredes. (El título del proyecto hace referencia al libro ABC en albanés con el que Halilaj aprendió el alfabeto). Aquellos dibujos de niños de los Balcanes sirvieron de plantilla para las alegres, y a veces subidas de tono, esculturas de bronce y acero que ahora adornan el horizonte de Nueva York: algunas de gran formato, también flores, pájaros y grafittis que anidan en los topiarios y que se esconden detrás de la barra de cocteles.
Halilaj nació en 1986 en Kosterrc, un pequeño pueblo a las afueras de Runik. (Un año, en Art Basel, respondió a la eterna pregunta "¿De dónde es usted?" vertiendo 60 toneladas de tierra de Kosterrc en el cubo blanco de la feria de arte). Su época escolar transcurrió en medio de los combates más terribles de Europa entre la Segunda Guerra Mundial y la actual guerra de Ucrania. Las fuerzas serbias incendiaron la casa de la familia Halilaj en 1999, en plena guerra de Kosovo, uno de los capítulos más brutales de una pesadilla de una década de conflictos étnicos y religiosos en los Balcanes. La familia huyó a Albania, donde los psicólogos de un campo de refugiados animaron al niño a dibujar.
leer el artículo completo en The New York Times
+ sobre the roofgarden commission: petrit halilaj, abetare