La presencia de Bárbara Sánchez-Kane (Mérida, 1987) irrumpe en el panorama del arte mexicano por su singular punto de partida: el diseño de modas. Pareciera que vivimos un momento transdisciplinar donde el diseño de ropa con mayor frecuencia se intersecta con las artes plásticas en términos de producción, exhibición y circulación; las etiquetas han dejado de ser primordiales para las mentes creativas.1 La cuestión principal no radica solo en el gesto vanguardista de emplear una pieza de arte como vestimenta (ahí están, por ejemplo, los disfraces de la Bauhaus, así como la serie O eu e o tu de Lygia Clark), sino en un problema de lectura: sería válido, pues, interpretar el trabajo de una casa o marca de costura desde los parámetros de las artes plásticas. Conviene aguzar la vista antes de asegurar que se trata de un crossover. La incursión de Sánchez-Kane a la pintura, escultura, performance, poesía e instalación es, ante todo, una extensión de su práctica inicial. En contra de esencialismos que aletargan el desenvolvimiento de prácticas híbridas, su visión emerge con una fuerza avasalladora.